Cuando Laura abrió los ojos, en medio del bip-bip enloquecedor de monitores en la sala de cirugía, se encontró a boca de jarro con la mirada entre asombrada e incrédula de tres enfermeras, dos médicos y alguien que entró por accidente a preguntar cómo iba la paciente.
Tenía la firme convicción de haber vuelto de la muerte y así se lo confesó a su familia, dos días después, cuando se encontraba en casa. “Sentí que mi cuerpo abandonó el cuerpo y que, en un momento indeterminado, volví en mi, con esa sensación extraña que uno siente cuando un ascensor baja muy rápido del piso más alto del edificio”, explicó.
Una pregunta que asalta a millares de personas: ¿Cuál es la experiencia de quien vuelve al cuerpo después de unos minutos o quizá segundos en el umbral de la muerte?
Hay quienes señalan que al final del túnel, en el aseguran adentrarse cuando se desconectan de la vida, hay un ser especial a quien coinciden en asegurar que es angelical, esperándolos para llevarles a la presencia de Dios.
Otros por su parte indican que vieron personas alrededor del lugar donde se encontraba su cuerpo y, aunque deseaban hablar, no podían.
Pero unos y otros coinciden en un aspecto común: al momento de atravesar esa frontera que les separa de la vida y la muerte, no los ha albergado el temor.
¿Por qué temer a la muerte?
La muerte es un tránsito obligado para todas las personas. Lo más interesante es que no sabemos cuándo ocurrirá; sin embargo, todos debemos estar preparados para enfrentarla.
La Biblia habla de dos lugares: castigo para quienes vivieron sin Dios y sin ley, y vida eterna para quienes tienen a Jesucristo en su corazón. Eso no quiere decir que los cristianos no teman a morir, pero sí que tenemos una esperanza y es que después de cruzar el umbral de la vida hacia el más allá, tenemos al amado Salvador esperando por Su pueblo, que somos usted y yo.
El apóstol Pablo no temía a morir, por su confianza en el Señor Jesús, y en ese convencimiento se atrevió a decir: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos. Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Más el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu. Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor.”(2 Corintios 5:1-6)
Hemos de morir, es cierto, pero nuestra confianza está en llegar a Su divina presencia y pasar la eternidad a Su lado. Por eso es esencial que usted reciba a Jesucristo hoy en su corazón. Es la mejor decisión que cualquier persona pudiera tomar. Le invito a abrirle las puertas de su ser… Jamás se arrepentirá…